martes, 29 de mayo de 2007

La Gran Roma



La expansión de Roma, desde el 27 a.C hasta el 235 d.C, fue mucho más allá de la cuenca Mediterránea. Los gobernantes tenían objetivos que iban más allá. Consiguieron un nivel de unidad política y cultural nunca vistos.

El Oriente griego acepta su dominio, el norte de Africa, Francia y la Península Ibérica, forman ya parte del imperio. El mundo no Mediterráneo, la misión de Roma era conquistar y pacificar en vez de difundir la civilización grecorromana. Esta hegemonía de la élite política y cultural del Mediterráneo no se rompió hasta mediados del siglo II.

Este vasto imperio era administrado por unos poco funcionarios. Estos debían sus ascensos a factores personales en lugar de a unas reglas y respondían directamente al emperador. Los objetivos del Gobierno eran hace cumplir la ley y velar por el orden, así como recaudar rentas.
En lugar de reformar la administración central y la provincial, siguieron la política tradicional consistente en edificar una infraestructura de centros de Gobierno local, que pudiera prestar servicios prácticos al poder imperial.
La extracción de los recursos de las provincias siguió siendo responsabilidad de las ciudades bajo la supervisión de los gobernadores provinciales
La sociedad, la economía y la cultura de Roma y las provincias, no experimentaron transformaciones a pesar de los constreñimientos que imponían las expectativas limitadas del Gobierno, la gran extensión del imperio y la diversidad de culturas que había en él y el nivel relativamente primitivo de la vida económica.
La economía estaba subdesarrollada, si se mide por la pobreza de las masas populares, el predominio de la mano de obra agrícola, el atraso de la tecnología, la importancia de la tierra como fuente de riqueza y el poder de la aristocracia hacendada. La paz y un Gobierno estable hizo posible la prosperidad y el crecimiento económico a escala modesta.
El incremento de la producción agrícola en las provincias occidentales se consiguió por medio de la intensificación y la especialización de las cosechas en vez de lograrse mediante la innovación tecnológica. Aun así, una economía subdesarrollada pudo satisfacer las exigencias del Gobierno romano. Funcionaba una división triple, entre zonas que suministraban grano a Roma en concepto de pago de impuestos y rentas, alimentos para el ejército y dinero para pagar los sueldos de los civiles y militares, además de otros desembolsos en metálico.
En el contexto urbano, la disposición de la élite local a aportar dinero, bienes y servicios, continuó cumpliendo su función de alejar la catástrofe a falta de un sistema organizado de alivio del hambre.
Augusto devolvió la estabilidad a la sociedad romana y el orden social no se deshizo gracias a la acción de la familia, de otra relaciones verticales y horizontales y del poder ideológico, jurídico y coactivo del Estado.
El sistema de la propiedad garantizaba que el acceso a la propiedad productiva quedara limitada a la familia y se trasmitiera de una generación a otra El sistema jurídico establecía los derechos de propiedad y en general, sostenía la dominación de las clases propietarias. El sistema social se caracterizaba por la dependencia personal directa de los trabajadores de los patronos, lo cual era una base para la explotación.
Los principales fenómenos son la aparición de ex soldados en las filas de los propietarios y el fortalecimiento de la posición de las élites sociales, que supuso la extensión del sistema jurídico romano más allá de Roma e Italia.
La sociedad de Roma estaba obsesionada por la condición social y el rango. Augusto adoptó el sistema de rangos de la república, lo amplió y le dio mayor definición. Se hizo hincapié en su superioridad social por medio de la exigencia de propiedades, de una indumentaria especial y de reglamentos restrictivos para el matrimonio y el comportamiento. Los ecuestres pasaron a ser un segundo orden aristocrático y los decuriones y tercero. A partir de ahí estaban los esclavos y hombres libres de condición humilde.
Los ex soldados y los ex esclavos eran dos grupos en ascensión. Las pagas y los donativos eran suficientes para que los veteranos se retirasen con una riqueza modesta, y si eran oficiales, llegaba a ser considerable, ocupando probablemente puestos en el Gobierno local.
La importancia de la familia en la sociedad era significativa. En general, los emperadores se mostraron poco dispuestos a alinear las leyes relativas a la familia con el comportamiento social. La imagen clásica de la famila romana como unidad doméstica patriarcal gobernada por un paterfamilias, es insostenible. La diferencia de edad entre generaciones, reducían considerablemente los efectos de la autoridad paterna en los hijos varones.
Dadas las tasas de mortalidad paterna, las relaciones personales fuera de la familia adquieren mucha importancia. Una innovación del principado fue ampliar las relaciones de patronazgo para que se abarcasen las provincias.
La historia religiosa, gira en torno a la estabilidad re la religión oficial, la confrontación de dioses y cultos oficiales e indígenas en las localidades y la ascensión del cristianismo. Los emperadores hacían una distinción clara entre sus preferencias religiosas personales y la religión pública de Roma. El culto al gobernante fue el único culto romano que pasó a ser más o menos universal. Tres funciones principales: la difusión de la ideología imperial, la concentración de la lealtad de los súbditos en el emperador y el progreso social y político de los provincianos que presidían su funcionamiento.
Las religiones indígenas se desintegraron. La transformación religiosa fue fruto de una penetración pacífica.
El cristianismo, al que se identificó como fuerza subversiva pero no peligrosa, fue el principal beneficiario de la actitud de aceptación pasiva que el Gobierno romano adoptaba ante la innovaciones , así como del permiso que daba al individuo para que siguiera sus propias preferencias religiosas. El cristianismo solo fue tolerado oficialmente después de la persecución oficial, y no hubo ninguna persecución durante el período del principado.
Los emperadores eran fundamentalmente conservadores: sus innovaciones administrativas fueron limitadas y dejan entrever que les interesaba más controlar a sus funcionarios que dirigir las vidas de los súbditos.
Después que Roma surtiera el efecto inicial, la romanización era una gran parte autodirigida, una respuesta que las élites locales daban a la perspectiva de ver mejorados su categoría, su riqueza y su poder bajo la protección de la autoridad imperial.

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