El castillo medieval
El destino de Sintra se mantuvo unido al de Lisboa, que sería conquistada por las tropas de Alfonso VI, para volver a manos de los musulmanes en 1095, hasta caer definitivamente bajo las tropas de D. Afonso Henriques (1112-1185) en 1147. Para su repoblación y defensa, el soberano otorgó un fuero a Sintra en 1154, cuando tuviera terminado las reparaciones en las defensas de la ciudad, dotándola a la vez de una iglesia. (Iglesia de São Pedro de Canaferrim).
Su hijo y sucesor, D. Sancho I (1185-1211) también dispensó cuidados al Castillo de Sintra, remodelándolo y reforzando sus defensas. También se procedió a reformas, siglos más tarde, con D. Fernando I (1367-1383), cuando el castillo fue asediado por las tropas castellanas. Durante la época de la crisis de 1383 y 1385, el alcalde de la zona era Henrique Manuel de Villena, que tomó partido por Doña Beatriz, entregando este castillo fuerte y muy alto y fragoso que le fue confiado tras la victória de Juan I de Portugal en la Batalla de Aljubarrota (Fernão Lopes. Crónica de D. João I).
Posteriormente, diversos soberanos portugueses eligieron Sintra como su residencia, pernoctando en el Palacio real (Paço Régio), construido para ese fin y sucesivamente ampliado y mejorado a lo largo de los siglos (Palacio Nacional de Sintra), habiéndose desenvuelto la población en torno a este nuevo núcleo. El castillo se mantuvo, por esa razón en segundo plano, entrando en decadencia, principalmente después del siglo XV, con la expulsión de los judíos del país, que en aquella época eran los únicos que lo habitaban. En el siglo XVI se encontraba deshabitado. La caída de un rayo causó daños en la Torre del homenaje en 1636, daños que fueron aumentados por el Terremoto de Lisboa de 1755.
Del siglo XIX a nuestros días
En el siglo XIX, durante el segundo reinado de D. María II (1834-1853), su marido, Fernando II, influido por el impulso de redescubrimiento de la Edad Media propio del Romanticismo, tomó el castillo en 1839 tras un acuerdo con el ayuntamiento de Sintra, previo pago de 210 reales anuales. Con ello se llevaron a cabo amplias obras de reconstrucción que detuvieron el avanzado estado de degradación en que se encontraba la estructura. Siguiendo el gusto de la época se acondicionaron miradores, caminos de acceso y vegetación abundante para convertirlo en un atracción turística.
El Castelo dos Mouros y su cisterna fueron declarados Monumento nacional por un Decreto de 23 de junio de 1910. La intervención del poder público portugués en el monumento comenzó en 1939, con la reconstrucción de partes de la muralla. Tras una serie de intervenciones menores en los años 1954 y 1965, en 1986 tuvieron lugar trabajos de limpieza y reconstrucción de los muros y almenas en varias zonas del castillo, repitiéndose los trabajos de limpieza y acondicionamiento de la muralla en 1992.
El conjunto de Sintra fue clasificado como Patrimonio Cultural de la Humanidad por la UNESCO en 1995.
El destino de Sintra se mantuvo unido al de Lisboa, que sería conquistada por las tropas de Alfonso VI, para volver a manos de los musulmanes en 1095, hasta caer definitivamente bajo las tropas de D. Afonso Henriques (1112-1185) en 1147. Para su repoblación y defensa, el soberano otorgó un fuero a Sintra en 1154, cuando tuviera terminado las reparaciones en las defensas de la ciudad, dotándola a la vez de una iglesia. (Iglesia de São Pedro de Canaferrim).
Su hijo y sucesor, D. Sancho I (1185-1211) también dispensó cuidados al Castillo de Sintra, remodelándolo y reforzando sus defensas. También se procedió a reformas, siglos más tarde, con D. Fernando I (1367-1383), cuando el castillo fue asediado por las tropas castellanas. Durante la época de la crisis de 1383 y 1385, el alcalde de la zona era Henrique Manuel de Villena, que tomó partido por Doña Beatriz, entregando este castillo fuerte y muy alto y fragoso que le fue confiado tras la victória de Juan I de Portugal en la Batalla de Aljubarrota (Fernão Lopes. Crónica de D. João I).
Posteriormente, diversos soberanos portugueses eligieron Sintra como su residencia, pernoctando en el Palacio real (Paço Régio), construido para ese fin y sucesivamente ampliado y mejorado a lo largo de los siglos (Palacio Nacional de Sintra), habiéndose desenvuelto la población en torno a este nuevo núcleo. El castillo se mantuvo, por esa razón en segundo plano, entrando en decadencia, principalmente después del siglo XV, con la expulsión de los judíos del país, que en aquella época eran los únicos que lo habitaban. En el siglo XVI se encontraba deshabitado. La caída de un rayo causó daños en la Torre del homenaje en 1636, daños que fueron aumentados por el Terremoto de Lisboa de 1755.
Del siglo XIX a nuestros días
En el siglo XIX, durante el segundo reinado de D. María II (1834-1853), su marido, Fernando II, influido por el impulso de redescubrimiento de la Edad Media propio del Romanticismo, tomó el castillo en 1839 tras un acuerdo con el ayuntamiento de Sintra, previo pago de 210 reales anuales. Con ello se llevaron a cabo amplias obras de reconstrucción que detuvieron el avanzado estado de degradación en que se encontraba la estructura. Siguiendo el gusto de la época se acondicionaron miradores, caminos de acceso y vegetación abundante para convertirlo en un atracción turística.
El Castelo dos Mouros y su cisterna fueron declarados Monumento nacional por un Decreto de 23 de junio de 1910. La intervención del poder público portugués en el monumento comenzó en 1939, con la reconstrucción de partes de la muralla. Tras una serie de intervenciones menores en los años 1954 y 1965, en 1986 tuvieron lugar trabajos de limpieza y reconstrucción de los muros y almenas en varias zonas del castillo, repitiéndose los trabajos de limpieza y acondicionamiento de la muralla en 1992.
El conjunto de Sintra fue clasificado como Patrimonio Cultural de la Humanidad por la UNESCO en 1995.
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